OBSTÁCULOS PARA
Aun cuando la gente está persuadida de que la alabanza es bíblica, justa y apropiada, no siempre les resulta fácil empezar a alabar a Dios. Muchas excusas han sido ofrecidas a este respecto.
Las personas se esfuerzan en explicar el porqué no pueden alabar a Dios. Algunos pretenden disculparse basándose en su disposición o temperamento. Alegan timidez o el hecho de que no son "extrovertidos" o que no pueden exteriorizar lo que sienten.
El hecho es que
Existen algunos obstáculos definidos para la alabanza, los cuales, Dios desea que confrontemos y superemos. No aceptará ninguno de ellos como una razón válida para no alabarle.
1. Pecado.
El pecado es el primer obstáculo o impedimento para la alabanza. Esa es la razón básica por la cual los inconversos no alaban a Dios. También es la razón por la que algunos cristianos no alaban a Dios.
El pecado sin confesar nos inhibe delante de la presencia de Dios. No nos sentimos libres, ni cómodos ante la presencia de Dios.
La conciencia de pecado en nuestras vidas ata nuestras lenguas ante la presencia de Dios. La única cosa de la que podemos hablar libremente con Él, bajo tales circunstancias, es de nuestro pecado.
Hay una respuesta muy obvia a tal obstáculo: Confiese el pecado a Dios y acepte sinceramente Su perdón y purificación, de manera que las relaciones correctas puedan ser restauradas con Él, y la fluidez de la alabanza sea liberada (1 Jn 1:9).
2. Condenación.
Aun cuando hayamos sido perdonados por el Señor, no siempre resulta fácil perdonarnos a nosotros mismos. Muchos cristianos siguen bajo condenación aun cuando Dios los ha perdonado gratuitamente, y todo porque no pueden perdonarse a sí mismos.
Esto a menudo resulta en un sentimiento de indignidad La libertad para la adoración es inhibida. Tales cristianos, tienen la tendencia de "colgar sus cabezas" ante la presencia de Dios. La sensación de Su presencia hace que estén más conscientes de su indignidad. No se sienten afirmados en la misericordia y gracia de Dios, las cuales, Él ha obrado para restaurarlos.
Esa clase de actitud a menudo procede de estar más conscientes de sí mismos que de Dios. Si estamos examinando continuamente nuestros corazones con una actitud negativa, buscando siempre faltas y debilidades, lo más natural es que las encontremos. Nadie es perfecto.
Esa inspección demasiado crítica del yo personal, es poco saludable. Lo anterior, enfoca la atención en el yo en lugar de en Jesús.
Primera, retira nuestros pensamientos y nuestra atención de nosotros mismos y los dirige hacia Jesús.
Segunda, entre más miremos a Jesús, entre más pensemos, meditemos y nos envolvamos en Su obra, más desearemos alabarle.
Así que, la alabanza comienza poniendo nuestros ojos en Jesús. Nuestra admiración y aprecio hacia Él aumentarán continuamente a medida que lo hacemos. Nuestra conciencia de Su dignidad aumentará en nuestro ser, lo cual, promoverá pensamientos de adoración y loores a Su nombre.
3. Mundanalidad.
Mundanalidad es lo opuesto de espiritualidad. Es la situación que prevalece cuando nuestras mentes y pensamientos están centralizados en las cosas de este mundo, más bien que en las de Dios y las de Su Reino.
A las personas que tienen una mente mundana les es muy difícil y extremadamente ignominioso alabar a Dios. Ofende su sentimiento carnal de la dignidad. La cura de este problema reside en permanecer cada vez más centralizados en Cristo. A medida que nuestra conciencia y aprecio hacia Él vayan en aumento, nuestra mundanalidad irá disminuyendo en la misma proporción.
Nuestra primera preocupación como cristianos, es complacer al Señor. Esto no siempre complace al hombre carnal. Si nos preocupamos demasiado con el deseo de complacer a los hombres y ganar su aprobación, corremos el peligro de desagradar a Dios.
4. Un Concepto Equivocado De Dios.
Esto constituye frecuentemente un fuerte obstáculo para alabarle. Muchas personas tienen un punto de vista completamente negativo de Dios. Le ven como Alguien Quien constantemente trata de sorprenderles en alguna falta para proceder a condenarlas; consideran que está opuesto a todo lo que hacen. Creen que es muy difícil complacerle y recibir Su aprobación.
Ven a Dios como un ogro que está determinado a impedir que las personas se diviertan de alguna manera.
¿Cómo podría alguien jamás pensar en alabar a un Dios como ese?
La alabanza comienza a emerger en nuestros corazones, únicamente, cuando tenemos un concepto correcto de Dios. El Espíritu Santo tiene que mostrarnos a Dios tal como realmente es.
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5. Tradiciones Religiosas.
En los tiempos de Cristo muchos permitían que las tradiciones vanas de los hombres devaluaran
Muchos creyentes se han criado en las llamadas tradiciones cristianas, las cuales, miran de reojo la alabanza y adoración. Tales tradiciones, condenan y tildan a la alabanza como simple emocionalismo.
Recuerde que "la religión reprime, mas la redención libera". Las personas aprisionadas en las tradiciones de los hombres, frecuentemente tienen conceptos erróneos de Dios también. Tienen el punto de vista de que Dios es un Ser extremadamente negativo. Es completamente insensible, austero y prohibitivo en lo que a lo emocional se refiere.
Los que creen en un Dios de tal naturaleza, se convierten en personas insensibles. La cura para esa situación radica en poseer el valor necesario para exponer intrépidamente las tradiciones a la luz de
6. El Orgullo.
Este es otro impedimento para la liberación de la alabanza. Este es un problema muy difícil de resolver, pues somos negligentes en reconocer el orgullo o arrogancia que reside en nuestros corazones. Nuestro egoísmo personal no nos lo permite.
Si no nos humillamos a nosotros mismos, Dios nos resistirá y quebrantará nuestra arrogancia. "…Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (1 P 5:5).
El orgullo está muy interesado en el concepto que uno tiene de su propia persona. Siempre procura que los demás piensen bien de ella; siempre quiere ser vista haciendo lo que se considera como justo y apropiado.
7. Temor Del Hombre.
Proverbios 29:25 nos dice: "El temor del hombre pondrá lazo". El temor del hombre, sus pensamientos y opiniones, crean un lazo en el que muchos han sido atrapados.
"El temor de Jehová es el principio de la sabiduría" (PR 9:10). Si realmente reverenciamos a Dios, nunca necesitaremos temer al hombre.
Debemos buscar siempre la manera de agradar a Dios en todas las cosas. De seguro que debemos alabarle a fin de lograr esto.
Si a los hombres no les gusta esto, ese es su problema. Nunca permita que sus opiniones le inhiban o estorben su deseo e intención de dar a Dios la alabanza que Él se merece.
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